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¿Quién muere cuando alguien muere?

Rafaela Rodríguez

Uno de los dolores más profundos es perder a un ser amado, es algo desgarrador, te deja un vacío que nadie ni nada podrá llenarlos ni entender, es como si una parte de uno muriera con el otro.

El dejarse vivir el dolor de una pérdida (duelo) para nuestra sociedad es algo que hay que evitar a toda costa y que te coloca en un estado de fragilidad ante la vida, es por eso por lo que la mayoría prefiere evadirse en las drogas, alcohol, sexo, trabajo y múltiples estímulos externos con los que contamos para no sentir, para anestesiar el dolor ante la muerte.

No nos damos cuenta de que el dolor nos ayuda a destruir quien éramos hasta ahora, a replantearnos donde estamos parados y para donde vamos, el dolor cuando lo intencionamos nos lleva a otro estado de consciencia quitándonos lo que nos estorba para dar paso a nuestra verdadera esencia.

Cuando alguien muere no solo lloramos por el otro sino también por nosotros mismos, ya que la presencia del otro nos permitía ser de cierta manera y es así como pudimos observar otra dimensión de nuestro propio ser: un espacio único que se generó con el amor de la relación.

Un espacio donde ambas partes se pudieron reinventar y mostrarse en su esencia. Es por eso por lo que cuando a una de las partes de la relación muere “le llega la muerte fundante” el otro que se queda en este plano también muere simbólicamente: “Yo muero cuando tú te vas”, muere mi ego, como era cuando estaba yo contigo.

Es por eso que la tarea del duelo es poder reconocer que el otro solo fue un medio que me permitió experimentar una parte de mi que siempre había estado, que es mía y que el otro sólo me lo recordó; y al darme cuenta de eso puedo con esa energía que me enseñó: mostrarla, dirigirla a otras personas, lugares o situaciones.

Ya nunca más seré el mismo porque tu presencia transformó todo mi ser y el legado que me dejas es poder experimentar a partir de ahora con todo el mundo lo que aprendí a tu lado. No estás afuera, estás ahora dentro de mí y te llevo a todos lados donde vaya mientras “tanatos” con su último suspiro me lleve, ya que si sigo vivo es por alguna razón, tiene un propósito que aún tengo que descubrir para vivir la vida con arte, consciencia y plenitud.

Esto y mucho más tocamos en la feria del adulto mayor, la consciencia de la muerte me hace más humano y me enseña a vivir. Gracias a todas las personas que se permiten indagar en su interior y que surja el dolor que transmuta, que se atreven a sentarse en el fuego para que todo aquello que les estorba, que les impide ver su esencia y su conexión con todo se muestre ante su consciencia.

 

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